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Hace Calor

Hoy, nueve de cada diez científicos reconocen la responsabilidad del hombre en el cambio climático que sufre el planeta. La evidencia empírica de la velocidad en que aumenta el calor, en que se derriten los hielos, acidifican los mares y desaparecen especies, tiene a los expertos del mundo con un solo norte: evitar que de aquí a fin de siglo la temperatura global suba más de dos grados. Más que eso, dicen, sería fatal.


"En menos de dos generaciones humanas el tamaño de las poblaciones de animales vertebrados se ha reducido a la mitad. Éstas son las formas de vida que constituyen el tejido de los ecosistemas que sustentan la vida en la Tierra y son el barómetro indicador de lo que le estamos haciendo a nuestro propio planeta”.
Así de tajantes fueron las palabras del director gerente del Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF en su sigla en inglés, Marco Lambertini, en la introducción del informe Planeta Vivo 2014, dado a conocer a fines de septiembre pasado, en el que el organismo internacional admite que “el asunto es tan grave que puede ser difícil tener una actitud positiva hacia el futuro”.
La evidencia del cambio climático producto del calentamiento global que provoca la emisión de gases de efecto invernadero, ya no es siquiera cuestionable.
“Cada vez aparecen más datos inequívocos de la huella del hombre en la Tierra”, advierte el director del Centro de Cambio Global de la Universidad Católica, Francisco Meza, quien admite que hoy nueve de cada diez científicos reconocen el problema.
“La discusión que se dio hace algunos años acerca de si existe o no cambio climático producto de la mano del hombre, prácticamente se acabó”, agrega.
Los datos están sobre la mesa. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) señala que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero han aumentado más rápidamente entre el 2000 y el 2010, que en cada uno de los tres decenios anteriores.

Dos grados y nada más

Los gases de efecto invernadero quedan retenidos en la atmósfera y no dejan fluir la energía infrarroja que la Tierra devuelve al espacio, provocando con ello un mayor calentamiento global. Por eso, el afán de las Naciones Unidas de lograr un acuerdo que evite que de aquí a fin de siglo la temperatura global del planeta no se eleve en más de dos grados Celsius. Porque, a juzgar por los efectos que ha arrojado el avance de las temperaturas, un calentamiento mayor a eso generaría cambios insospechados.
El experto chileno, miembro del grupo especial de gases efecto invernadero del IPCC, Sergio González, advierte que “de acuerdo a la trayectoria que están llevando las emisiones de gases podríamos llegar a fin de siglo con cuatro grados Celsius más de temperatura y eso puede significar una transformación total de los sistemas climáticos del mundo”. No sólo desaparecerían los hielos del Polo Norte y los glaciares, sino que “la situación sería absolutamente distinta a la que conocemos hoy”, sentencia.
Por eso es que avala el acuerdo de evitar un alza de la temperatura que supere los dos grados, pues hasta ahí los cambios que puede provocar la mayor temperatura sobre la Tierra “parecen contenibles con una buena adaptación”.
Aquí viene el problema. Según el IPCC, “limitar el aumento de la temperatura media global a dos grados Celsius, con un grado de probable, implica rebajar las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero con respecto a las de 2010 entre un 40% y un 70% para mediados de siglo y hacerlas casi desaparecer hacia el 2100”.
El reto no es menor y el mensaje lapidario: “Sólo un cambio institucional y tecnológico importante haría que hubiera más de un 50% de probabilidades de que el calentamiento global no supere el umbral de los dos grados”, sentencia el informe 2014 del IPCC.
Desde la era preindustrial hasta ahora, la temperatura de la Tierra se ha elevado en 0,85 grados. Y, según el organismo de las Naciones Unidas, el nivel de los océanos ha subido entre 10 y 20 centímetros por el derretimiento de los hielos y la dilatación térmica del agua por el calor. Claro que de aquí al 2100 las cosas pueden empeorar, hasta registrar subidas de mar de entre 20 y 60 centímetros.
Otros datos del IPCC dicen que “los riesgos” de derretimiento de hielos y largos períodos de sequías pasan de moderados a elevados, con un aumento global de 1,5 grados Celsius y crece “desproporcionadamente” cuando se piensa en temperaturas que superen 1,6 y 2,6 grados Celsius a las actuales (ver recuadro).

Mirando a París

Para cumplir ese compromiso hay que reducir emisiones con bastante más celeridad de la que se ha visto hasta ahora. El Protocolo de Kioto que data de 1997 y que hoy se encuentra en una segunda etapa de cumplimiento, no dio abasto y hoy poco pesa en el concierto mundial, pues en esos compromisos de reducción no participan los responsables de más del 50% de las emisiones: Estados Unidos, China e India están fuera.
Y al dar a conocer el Quinto Informe de Evaluación del IPCC sobre cambio climático, uno de sus tres copresidentes, el alemán, Ottmar Edenhofer, sentenció que “la ciencia nos transmite un mensaje claro: para evitar interferencias peligrosas en el sistema climático, no podemos seguir con el statu quo”.
Por eso la esperanza ahora está puesta en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se realizará el próximo año en París, COP París 2015. Eso, porque el último acuerdo multilateral plantea que cada país debe presentar un manifiesto de compromiso de reducciones, con efecto vinculante.
“Hay un gran poder emisor que no tiene ningún compromiso de reducción, por lo tanto, desde ese punto de vista el compromiso que se logre en París es muy importante”, ratifica el experto Sergio González.


Para materializar las propuestas, en diciembre se realizará una antesala de París, en Lima, COP Lima. “La idea es que en Perú acordemos una metodología que permita homologar las propuestas que deben entregarse durante el primer semestre del 2015 para dar forma al acuerdo de París”, explica el jefe de la oficina de Cambio Climático del Ministerio del Medio Ambiente, Fernando Farías.
La administración Bachelet está trabajando en esa propuesta y consta de varios ejes: reducir en un 20% las emisiones proyectadas al 2020 es una de ellos. La meta es que al 2025, el 45% de la capacidad de generación eléctrica provenga de energías renovables no convencionales, entre otros aspectos (ver recuadro).
Lo que plantea el último informe del IPCC y estará sobre la mesa en Lima y París, es que “la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero exigen reducir las emisiones en la producción y utilización de energía, transporte, edificación, la industria, el uso de la tierra y los asentamientos humanos”.
Francisco Meza advierte que siempre hay dudas respecto de “la gobernanza que se pueda lograr con este acuerdo, pues los intereses económicos que existen son muy altos”.
“El riesgo es que los compromisos lleguen hasta donde no se produzcan severas interferencias con el sistema económico y eso quizá no alcance para contener el cambio del delta dos grados Celsius que necesita el planeta”, advierte Sergio González.
Peor aún, los expertos advierten que la persistencia de los gases de efecto invernadero en la atmósfera es de largo plazo, es decir, lo que estamos emitiendo hoy seguirá teniendo consecuencias por lo menos hasta en 100 años más, por lo que “no obstante detuviéramos la totalidad de las emisiones, igual vamos a seguir sintiendo la interferencia en el sistema climático”, explica González.
¿Conclusión? Los pecados que hemos cometido hasta ahora los vamos a pagar sí o sí a futuro. Ahora sólo cabe trabajar para que las temperaturas no sigan subiendo más allá de lo humanamente manejable. 
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Compromiso Nacional

A fines de septiembre, en el marco de la Cumbre Climática de Naciones Unidas, la Presidenta Michelle Bachelet reconoció que Chile es un país vulnerable al cambio climático y se comprometió como país a encarar el problema.
“El cambio climático es un factor de profundización de desigualdades y un multiplicador de amenazas, y es nuestra obligación encarar dicho problema antes de que sus consecuencias sean irreversibles”, fueron las palabras de Bachelet ante el presidente de la ONU, Ban Ki-Moon, en Nueva York.
En ese contexto es que el jefe de la oficina de cambio climático del Ministerio del Medio Ambiente, Fernando Farías, anticipa que en las próximas semanas se dará a conocer un nuevo inventario de los gases de efecto invernadero que se emiten en Chile, lo que ayudará a la elaboración de los compromisos que adoptará el país en la reunión de París 2015. El 17 de diciembre, por lo demás, comenzará la consulta ciudadana acerca del manifiesto que pretende adoptar y cumplir el Gobierno hacia 2020.
En este marco, explica Farías, es que se desarrolla también la Agenda de Energía que pretende avanzar hacia una matriz más limpia, pues gran parte de las emisiones locales –en un 85% según estimaciones de expertos– provienen de la quema de combustibles fósiles.
El jefe de la oficina de cambio climático precisa que, entre las medidas para aportar a la disminución de gases de efecto invernadero, se reformó el Consejo de Ministros para la Sustentabilidad agregándole competencias en este ámbito e incorporando al ministro de Relaciones Exteriores al grupo, como una manera de hacerse parte de las negociaciones internacionales al respecto.
El Ministerio del Medio Ambiente también está trabajando en el ámbito de la adaptación. Un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), advierte que la región sufrirá daños por unos 100 mil millones de dólares anuales de aquí al 2050 producto del cambio climático.
Por eso es que, aunque Fernando Farías reconoce que la responsabilidad de Chile en los gases de efecto invernadero no supera el 0,2% a nivel global, es importante cumplir y estar a la vanguardia de la mitigación, pues el país requiere de fondos internacionales para ayudar a la adaptación al cambio climático cuyos efectos se sentirán cada vez con mayor fuerza en el país, sentencia.

Evidencia instrumental

Los expertos coinciden en que el último informe del IPCC, dado a conocer este año y del que se espera el informe final para fines de octubre, contiene tal evidencia que ha sido clave para zanjar el debate respecto de la responsabilidad de la mano del hombre en el cambio climático.
Eso porque ya no se trata de supuestos, como en los primeros informes, sino que de mediciones instrumentales que señalan, por ejemplo, que “en los últimos 150 años las temperaturas de la superficie se han elevado en todo el orbe, con importantes variaciones regionales”.
“Nadie desconoce que existen procesos de cambios climáticos naturales, pero resulta que las tasas de cambio se habían dado en miles y millones de años. Se dice que cuando se extinguieron los dinosaurios el planeta era varios grados más caliente, pero la extinción fue hace 60 millones. Si a todos nos cuesta tener millones de pesos en la cuenta corriente, el concepto de millones de años resulta mucho más difícil de imaginar. Las tasas de cambio hoy son mucho más rápidas a diferencia de los 0,00000005 de tasa de cambio antes del homo sapiens”, advierte Sergio González del IPCC.
El estudio del organismo internacional establece que durante el siglo pasado el calentamiento se produjo en dos fases, de 1910 a 1940, cuando la temperatura se elevó en 0,35 grados Celsius y más fuertemente desde el decenio de 1970 hasta el presente, incrementándose en 0,55 grados Celsius.
“Ha tenido lugar una tasa creciente de calentamiento en los últimos 25 años y once de los doce años más calientes registrados, han ocurrido en los últimos doce”, agrega  el informe, y admite que “la confirmación proviene del calentamiento de los océanos, los incrementos del nivel del mar, el derretimiento de los glaciares, el desplazamiento del hielo marino en el Ártico y la disminución de capa de nieve en el hemisferio norte”.

Datos concretos del último informe del IPCC

  • Aumentan las olas de calor y cambian los patrones de precipitaciones.
  • Especies animales y vegetales se desplazan.
  • Cambian las propiedades físicas y químicas de los océanos.
  • Arrecifes de coral se blanquean y mueren.
  • Muchos peces, invertebrados y fitoplancton se trasladan a aguas más profundas y más frías.
  • Los mayores cambios ocurren en el Ártico, en los bosques boreales y en muchos ecosistemas de agua dulce. El permafrost continúa calentándose y deshelándose.
  • Los impactos climáticos asociados a los ciclos hidrológicos y a la disponibilidad de recursos de agua dulce, se han observado en todos los continentes y en numerosas islas.

Fuente: Capital

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