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Desarrollo de una nueva línea de automóviles eléctricos sin conductor



Los automóviles “inteligentes”, capaces de conducirse a sí mismos, no solo realizarán de forma rutinaria operaciones hoy tan engorrosas para los conductores humanos como la de aparcar o desaparcar en un espacio pequeño, sino que incluso serán capaces de encontrar la estación de recarga más cercana sin necesitar para nada al conductor humano. Comienzan a surgir vehículos eléctricos capaces de hacer trayectos cortos de manera autónoma, y de reaccionar apropiadamente ante obstáculos imprevistos, como por ejemplo una roca caída en la carretera o un peatón imprudente que cruza la calle sin mirar.

Incluso en los automóviles pensados para ser pilotados por un conductor humano, los más nuevos incluyen sistemas “inteligentes” de ayuda, que alertan al conductor de un posible topetazo cuando está aparcando, o vigilan la carretera y le indican la distancia de seguridad necesaria que debe mantener con respecto al vehículo de delante mientras circula. Otros detectan si el conductor se está durmiendo y le despiertan. Algunos de estos sistemas pueden incluso, ante la incapacidad temporal de la persona para hacer su trabajo al volante, tomar el control del vehículo para detenerlo de forma segura o para virar a fin de evitar una colisión.

Unos científicos del Instituto Fraunhofer de Ingeniería de Producción y Automatización (IPA) en Stuttgart, Alemania, trabajan en vehículos que sean capaces de autopilotarse a través de carreteras con tráfico y sin ayuda humana.

La especialidad de los investigadores del IPA es el desarrollo de robots. En el edificio del instituto existe un prototipo que se desplaza sobre cuatro ruedas y es capaz de encontrar de forma independiente la ruta a seguir, incluso a través de un terreno desconocido. Los retos que el robot debe afrontar son similares a los de la conducción automática. Aquí, también, los sensores necesitan escudriñar el entorno para detectar eventuales obstáculos y permitirle así al robot dar un rodeo cuando un obstáculo se interpone en su camino y luego seguir circulando hacia el punto de destino deseado. ¿Por qué, pues, no aprovechar esa experiencia tecnológica y aplicarla al coche? La obvia oportunidad de aprovechar en automóviles automatizados lo aprendido con robots comenzó a tenerse en cuenta en el IPA hace año y medio, cuando un equipo interdisciplinar de expertos en ciencias de la computación, matemáticos, ingenieros eléctricos e ingenieros mecatrónicos pusieron en marcha el proyecto Afkar.

En un primer paso, el nuevo coche eléctrico inteligente va a tener que aprender a encontrar un espacio donde aparcar, y hacerlo sin provocar ni una ralladura. La primera aplicación práctica específica de esta capacidad será permitirle al automóvil recargarse con electricidad sin ayuda humana. Esto será crucial para ofrecer a los conductores un importante ahorro de tiempo. Imaginemos el escenario siguiente: El conductor aparca con facilidad en un aparcamiento equipado de manera adecuada, en cualquier espacio disponible. El coche se ocupa de todo lo demás por sí mismo. Se comunica a través de una interfaz inalámbrica con la estación de recarga y el centro de control del parking. En este proceso, proporciona información sobre su nivel de carga y su posición. Si la batería está baja y la estación de recarga tiene libre una toma de corriente, maniobra en la zona de aparcamiento hasta llegar a las inmediaciones de la toma libre y se carga por inducción, sin cables. Después sale de ese espacio a fin de dejarlo libre para el próximo coche eléctrico, y se dirige hacia una plaza de aparcamiento libre. De esta forma, las estaciones de recarga disponibles pueden utilizarse con el máximo grado posible de aprovechamiento.

La tecnología necesaria para este escenario ya está disponible, tal como subraya Benjamin Maidel, director del Proyecto Afkar. Una muestra clara está en los robots de su instituto que encuentran fácilmente el camino a seguir dentro de un entorno conocido, como por ejemplo una nave industrial. Dotar de esta misma capacidad a automóviles para que hagan cosas como las expuestas en el párrafo anterior no requiere un gran esfuerzo científico. El equipo de Maidel ya está desarrollando la tecnología necesaria con la ayuda de programas de simulación complejos. Pronto, pondrán en práctica el sistema, y verán, en un vehículo de demostración, cuáles son los resultados.

La conducción automática de coches resulta más difícil cuando el automóvil debe moverse de forma enteramente autónoma en medio del tráfico. Esto requiere sensores que puedan escudriñar lo que hay a cientos de metros por delante, así como un software que pueda reaccionar ante cualquier suceso imprevisible, tanto si este consiste en encontrarse frente a una valla móvil colocada ahí con motivo de obras en un sector de la carretera, como si se trata de circular por un tramo cubierto de nueve, o tener que afrontar una tormenta con lluvia copiosa. A fin de asegurar en estos automóviles una buena capacidad de actuar bajo todas esas circunstancias y otras, el equipo de Maidel se está concentrando en el aprovechamiento de cámaras, ultrasonidos, radares y escáneres láser que perciban el área de alrededor hasta una distancia de 200 a 300 metros.

A los avances tecnológicos en este apasionante campo se les deberán sumar avances en el terreno legal. Los primeros coches robóticos se han topado con no pocos obstáculos legales para circular por calles y autopistas sin llevar dentro a ningún humano capaz de tomar el control del vehículo si fuese necesario y de responsabilizarse de los daños que el automóvil pudiera causar. “¿Qué pasa si uno de estos automóviles se avería y atropella a alguien o colisiona contra un vehículo con ocupantes humanos?” es la pregunta que está en boca de todos. Determinar de quién es la culpa del suceso (el dueño del automóvil, el fabricante, la entidad responsable de la ITV…) podría ser complicado. Con un buen seguro que cubra los daños materiales se podrían solucionar estos, pero no las lesiones incurables o los fallecimientos. Sin embargo, por otro lado, todo apunta a que la cantidad de accidentes, incluyendo los mortales, provocados por automóviles robóticos será muy inferior a la que inexorablemente provocan los conductores humanos; de modo que el resultado global neto será beneficioso.

Otra preocupación es la de que se haga un mal uso de estos automóviles, con delincuentes y sobre todo terroristas crackeándolos para que provoquen accidentes, o simplemente cargando en ellos una bomba con temporizador o detonable a distancia y enviándolos hacia su objetivo sin que los terroristas deban siquiera hacer acto de presencia en el lugar del atentado. Evitar esta clase de riesgos requerirá desarrollar las medidas oportunas.

Fuente: Fraunhofer

Un modelo simula el efecto de las ondas electromagnéticas en el cuerpo humano


El investigador de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) Erik Aguirre Gallego, en España, ha presentado en su tesis doctoral las simulaciones del efecto que los campos electromagnéticos tienen sobre el cuerpo humano. Junto a otros científicos, ha presentado parte de los resultados en Sensors y otras revistas científicas.

En concreto, el equipo ha desarrollado un modelo que permite caracterizar los diferentes fenómenos que se dan en la propagación de determinadas ondas electromagnéticas, además de discernir si se sobrepasan o no niveles que podrían ser nocivos para la salud.

“En torno a estas radiaciones se ha generado gran controversia en los últimos años, al ser consideradas perjudiciales por una parte de la población –señala–. Por eso, queríamos conocer cuál era su efecto en los tejidos del cuerpo humano y comprobar que no sobrepasaban los límites establecidos por los diferentes organismos legislativos y entidades encargadas de publicar recomendaciones de exposición máxima”.

El trabajo se ha centrado en la dosimetría de radiaciones no-ionizantes, ámbito de la ciencia que establece la relación entre el campo electromagnético distribuido por el espacio y los campos inducidos en los tejidos biológicos.

El método de simulación utilizado parte de una herramienta desarrollada por la UPNA y denominada Trazado de Rayos 3D, que cuenta con el respaldo de diferentes publicaciones en revistas internacionales. Como el objeto de estudio era el cuerpo humano y sus tejidos biológicos, se desarrolló un modelo de cuerpo humano en 3D compatible con la técnica de simulación seleccionada.

Según explica Erik Aguirre, “el modelo de cuerpo humano utilizado, dentro de las limitaciones que ofrece el código de trazado de rayos, pretende ser anatómicamente exacto. Además, se han tenido en cuenta las características de todos los tejidos que forman nuestro cuerpo, con el fin de que los resultados de la simulación sean lo más precisos posibles. También hemos dotado al modelo de diferentes posturas para adecuarlo a la morfología de los escenarios”.

En cuanto a los escenarios, se han utilizado tanto de interior (laboratorios de la universidad) como externos más complejos, por ejemplo, coches y aviones. En estos entornos se hacen las simulaciones y las medidas dosimétricas, de modo que se puede comparar los datos teóricos obtenidos y los reales, testear el buen funcionamiento de la herramienta de simulación y calibrarla correctamente.

“Todos los escenarios son reales y en la mayoría de los casos se han hecho medidas para comprobar los resultados teóricos. La única excepción fueron los aviones, ya que a pesar de ser dos modelos que existen (Airbus A320 y A380) no pudimos tener acceso a ninguno para hacer las medidas”, dice el investigador.

A partir del trabajo “se demuestra la necesidad de usar técnicas de simulación para llevar a cabo estimaciones dosimétricas, además del gran potencial que la herramienta ha mostrado al arrojar resultados precisos en entornos grandes y complejos”. Respecto al estudio dosimétrico como tal, “en condiciones normales, los sistemas de radiocomunicación no generan valores por encima del límite recomendado por los diferentes organismos de regulación”, concluye Erik Aguirre. 

Fuente: UPNA